Kadazra: sueño de redención

…Hubo un tiempo en el que los héroes y los dioses se hicieron indistinguibles, en el que todas las casas se unieron en honor y justicia… Hoy nos conformamos con que el mundo que construimos no desaparezca entre sombras y ceniza.
– Cronistas después de La Caída. Sombras de Kadazra.

Era La Noche de la Luna Roja, el emblema del León ondeaba a media asta en las almenas imperiales. Y el cuerpo de Connor, el implacable, gran unificador de Kadazra, el primero de su nombre, reposa sobre una alfombra de nenúfares en la sala capitular del panteón real.

Un cadáver embalsamado en cera para disimular la podredumbre. Una máscara de oro fundido con la forma del dios silente para ocultar la corrupción que ya se apoderaba de su rostro avejentado y enfermo. Y la misma corrupción que se agolpaba entre susurros en los pasadizos de la corte… Sombras que se arrastran, hechizos, alquimias y maldiciones. Es el advenimiento del Leviatán.

Nadie se atrevía a adivinar el futuro de un imperio descabezado. Connor lo había sido todo, guerrero valeroso, gobernante sagaz, intrépido, sabio y mentiroso demasiado humano; terrible y negligente con sus opositores, benévolo y complaciente con sus adeptos. Hay tantas canciones de sus virtudes, como testimonios de sus bajezas. Pero a los cronistas los mantenía engordados y calientes en sus bibliotecas y palacios. Debíamos eclipsar cualquier forma de disidencia. El mundo solo recordaría las grandes gestas que nos sacaron de las Guerras Apátridas, no quedaría memoria alguna de la decadencia.

Pero su presencia en este mundo, el sol invicto había tocado a su fin, incluso poco antes de que los estertores del veneno que había ingerido por propia voluntad le arrancaran la poca vida que le quedaba, el mito ya había sido forjado. Y ni toda la gloria de este mundo y los que están por venir sirvió para evitarlo, sin él sentado en la mesa de los reyes, con la descendencia de su linaje en entredicho y la desconfianza que se profesaban los burócratas y las grandes casas. El equilibrio era incierto.

Tras el deceso inesperado, la mayoría solo se preocupaba por la mediocridad del reparto de poderes , el nombramiento de un sucesor conveniente, dócil y manipulable, todos querían un pedazo de aquel cadáver. Todos lo merecían, se lo habían ganado a sangre y fuego. Demasiado ciegos y avaros como para advertir el terrible peligro que nos acechaba.

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Sombras de Kadazra, Arte de Fran Fernández

Porque urdiendo entre brillo de una desconocida y terrible magia del Ánkar emergía la madre de todas las conspiraciones, y la Casa de la Sierpe, aguardaba pacientemente, encabezando todos los desfiles, inclinando la cabeza, asintiendo entre falsas muecas de complacencia, cumpliendo con los votos del fiel vasallaje, mientras sus nigromantes preparaban la llegada de los mil rostros, avatares de la desolación, guardianes del Sueño del Leviatán una quimera de sombras y demonios capaz de someter a todos los ejércitos de Kadazra.

Y como tratando de demostrar su fidelidad inapelable, La Sierpe organizó el banquete para dirimir el legado de Connor el valeroso. Una invitación amable y pesarosa, guardando el luto que marcaba el protocolo. Un deseo de conservar la unidad y la gloria del legado imperial de elegir quizá a un nuevo heredero.

Y en la misma mesa de la concordia del palacio imperial, donde otras veces se habían sentado a dirimir el destino del mundo, las doce grandes casas del Primus Argentus acomodaron a sus valedores en torno a una cena frugal. Elfos, aurgos, enanos y hombres; los más poderosos del imperio, juntos en una misma sala. El sueño de todo conspirador.

Los rituales que la Sierpe había pactado fueron iniciados, los portales al Sueño del Leviatán abiertos… la noche de las bestias había dado comienzo. Cuentan que llovía, y que en Lanssat, la capital de la Sierpe, se vio marchar a interminables ejércitos invocados desde el otro mundo para dar inicio a la Guerra de las Sombras. Y en la mesa de los reyes y reinas de las doce casas.

Tchernabog, el primero de los Mil Rostros, hizo acto de presencia, invocado entre susurros por un nigromante que había sido debidamente emparedado en la misma estancia de la reunión. La guardia personal de la corte de la Sierpe desenvainar las espadas y el dios de la muerte y sus acólitos, infiltrados entre los pretorianos del concilio, pasaron a cuchillo a todos los reales miembros del Primus, no sin antes llevarse por delante a unos cuantos traidores. Pero el rostro de Tchernabog los sometió con la magia oscura del Ánkar y entre sus herederos y allegados, en todas las capitales, en los bosques y las montañas, cundió el pánico y el desconcierto. Mensajeros de la sombra llamaron a la rendición a la nueva autoridad de la Sierpe y sus demonios, aquellos que no hincaran la rodilla serían exterminados. Y así se dijo… y así se hizo. No tardaron en caer Celestia y Valaria, Nurash y Nazadra. Antes de que la sangre de los reyes se secara sobre el blasón de piedra del León… el Imperio había sido sometido.

El azote de la Sierpe, aliada con esa sombra surgida de otro mundo fue implacable…

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Sombras de Kadazra, Arte de Fran Fernández

Menos de la mitad de los herederos de las casas lograron escapar, escondidos como presas heridas, y el hedor del Ánkar oscuro se extendió como una plaga por los campos y las ciudades, sometiendo la mayor parte del territorio a sus designios inciertos. Muchos fueron transformados en demonios sin voluntad en aquellos días inciertos. Los nigromantes de la Sierpe llevaban mucho tiempo esperando su momento. Su poder parecía ilimitado.

Más de un siglo ha pasado años han pasado desde aquel día, y a pesar de todo, resistimos, pues se dice que la línea de sangre de Connor aún vive, que aguarda más allá del gran Imperio, cruzando el mar interminable al otro lado del mundo…

Aunque quizá solo sea otra leyenda. Los sueños de redención de un viejo que ha leído demasiadas historias, que ha perdido demasiadas veces la esperanza, porque aquella noche se perdió mucho más que la gloria o el recuerdo, en una sola noche, las sombras que trajo la Sierpe sembraron el caos y la muerte en la capital, y se extendieron como una mancha de tinta derramada sobre el mapa.

Cuentan que llovía… Todavía llueve… Y hoy viajo más allá del Mar Interminable persiguiendo rumores, como un viejo que ha escuchado demasiadas historias, en busca de un sueño de redención.

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